HABITAR
Habitar el cuerpo que
somos,
habitar la vida en
cada instante,
habitar el huerto
íntimo,
habitar el oráculo del
rumor
del viento del cañaveral.
Oírlo como los antiguos,
en el hablar del
roble,
en el canto del
petirrojo
en el mango de la
azada olvidada.
Abrirnos a él
Y a los poemas que la
lluvia en las cañas nos trae,
a los poemas del viento
en el almendro,
en la higuera, en el
membrillero,
en el nogal;
en el ser tal de cada
cosa
sin distancia ni
condición.
Habitar el verdadero
amor,
-único oficio-
en que todo se
expresa
en la serena y
efímera eternidad sin instante.
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