martes, 21 de septiembre de 2010

Íntimo silencio

DEL ÍNTIMO SILENCIO

A Juan, evidentemente,
con el que tantas veces he hablado de volcanes.


Esta tarde,
ermitaño,
peregrino de la vida,
sin vivir viviendo,
he entrado en tu íntima alcoba
-aún tu aroma entre mis dedos-.
¡Oh sereno silencio!

Abandonado el dolor,
abandonada la duda,
abandonando el amor
y el miedo,
he entrado descalzo
en tu sereno jardín.
¡Oh sereno silencio!

Sin puerta que lo vedara,
sin muros que lo velaran,
sin vallas que lo vetaran,
sin zarzas
que impidieran el paso,
he entrado en tu íntimo huerto.
¡Oh sereno silencio!

Y en tu íntima presencia
nos hemos recreado.

Y ya no éramos ni tú ni yo,
ni todo ni nada,
sólo ese íntimo silencio,
en amor congregado
y en puro amor olvidado,
nada y lo mismo;

lo que siempre hemos sido
sin saberlo,
lo que siempre queremos,
de lo que siempre huimos,
este íntimo silencio.

Hermoso huerto recobrado,
hermoso jardín sin puertas,
hermoso estanque sosegado,
clara fuente de claras aguas,

puro olvido, gozo, íntimo silencio.

Y a lo lejos ,
florecían amarillas las ulagas
y maduraban sus flores azules los romeros
y era abril;

y tarde en la tarde
el largo crepúsculo de miradas recobradas
nos recobraba.

abandonadas las pieles,
entregados huesos y médulas
a los pies de la diosa.

Sin nada que buscar,
sin nada que alcanzar,
sin nada que abandonar;

sólo pura presencia
en lo que era y no era.

¡Oh íntimo silencio!

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